Una
vez más, gracias a la invitación de nuestros compañeros del grupo “Gran Chaman”
de Alpera, tenemos la oportunidad de visitar una cavidad mítica en el mundo de
la espeleología, la cueva de los Chorros. Durante muchos años la exploración en
Chorros ha estado condicionada por el paso del largo sifón vera. Este
complicado paso obligaba a un costoso porteo de material por parte de los
buceadores para poder montar un campamento base al otro lado del sifón.
Después, un pequeño equipo podía continuar con la exploración de la cueva.
Hace
unos años, un grupo de estos intrépidos espeleólogos dieron con una entrada por
detrás del sifón, y que a partir de entonces facilitara enormemente la
exploración de este sector. La nueva boca fue bautizada como CM002 conexión o
espeleuka, y esta es la elegida para nuestra nueva aventura en el mundo
subterráneo.
Para llegar a ella salimos de Riopar, pasamos el puerto del arenal
cogiendo una buena pista forestal a la izquierda que nos dejara en la puerta de
entrada de una ganadería de reses bravas. Aparcamos y accedemos dentro de la
finca vallada por una pequeña puerta peatonal que cerramos tras nosotros. La
pequeña boca está bastante cerca y pronto estamos equipándonos sobre ella. Nada
que ver con la espectacular y grandiosa entrada de Chorros. Como en muchos
grandes sistemas de cuevas, nos sorprende que esta pequeña y discreta boca nos
de acceso a tan inmensa y compleja red de galerías subterráneas que todavía en
exploración, no deja de dar nuevas y gratas sorpresas a los espeleólogos que
trabajan en ella.
Nos dejamos caer a una cómoda repisa que nos lleva a una
empinada rampa con cuerdas fijas, por las que nos deslizamos pasando una
estrechez sin problemas. La subida será otra cosa nos advierten divertidos los
compañeros. A nuestros pies se abre la angosta gatera inundada que nos da el
primer e inevitable remojón, metemos las piernas y nos tumbamos en el frío
charco de agua que pasamos rápidamente. La siguiente gatera es más amplia y la
pasamos gateando mojándonos nuevamente.
Salimos a una buena galería totalmente lavada
donde nos reunimos todos de nuevo y ya están los compañeros equipando un pozo
de unos veinticinco metros que tenemos que descender. Un corto pasamanos nos
deja sobre el volado que bajamos cómodamente hasta el suelo. La alta y alargada
sala es una gran fractura por la que avanzamos por una amplia repisa hasta
anclarnos al largo pasamanos ascendente que tenemos que superar.
Entramos en
una amplia galería un poco desfondada que nos hace avanzar con precaución entre
las mil formas extravagantes que el agua ha tallado en la roca, siguiendo por
una zona de arcilla colmatada llegamos al final del túnel, el grandioso pozo
speos.
Esta sima nos obligara a hacer un péndulo a la repisa de enfrente, ya
que para nuestro recorrido previsto no tenemos que descenderlo por completo,
esto nos llevaría a otros sectores de la cueva. Una vez superado este paso
continuamos nuestro camino siempre por cómodas y amplias galerías donde
admiramos bonitos gours, coladas y grandes formaciones. Bajamos algún corto paso
equipado con cuerdas fijas entre bellos espeleotemas hasta darnos cuenta de que
estábamos al principio de la galería de la arcilla y este no es el camino. Retrocedemos
un poco y pronto vemos el concrecionado pozo por el que tenemos que continuar.
Se entra por una pequeña ventana que hay al lado del pozo y enseguida vemos el
pasamanos que nos permite bajar con seguridad. Una vez bajo avanzamos entre
grandes charcos y vemos una cuerda fija para subir a otra galería a nuestra
derecha, dudamos ya que se oye el ruido del rio que es donde nos dirigimos.
Unos compañeros siguen y ven una bajada pero que nadie reconoce. Subimos por la
cuerda el túnel superior y llegamos siguiendo la galería entre algún charco
grande a un resalte de cuatro metros con una cuerda fija. Por aquí vamos al
pasamanos entre el estruendo del rio que corre a unos diez metros bajo nuestros
pies. La cuerda está instalada sobre una buena repisa que seguimos hasta un
rapel que nos deja en el mismo río. En pocos metros el rio desaparece para
reaparecer enseguida sobre el lago Rubén. Nosotros bajamos entre cantos rodados
por la negra y lavada galería a la orilla del lago.
Este lago es alargado y no muy profundo, así que empezamos a inflar uno de los
botes para comenzar su cruce. Aprovechando el cable guía instalado y una cuerda
que usamos para recuperar el bote, no tardamos mucho en estar todos en el otro
lado.
Pasado el lago llegamos a un cruce, nos desviamos a la derecha y nos
dicen nuestros compañeros que volveremos por la izquierda en unas horas.
Continuamos por la galería ascendente entre grandes bloques sintiendo ya la
inmensidad de esta cueva, dejamos atrás pozos y grandes galerías que se pierden
a derecha e izquierda de nuestro camino. Encontramos el viejo cable telefónico
que permitía la comunicación en otros tiempos con el campamento base a través
del sifon Vera, y que queda como mudo testigo de las enormes dificultades que
tuvieron que superar nuestros antecesores para recorrer este sector de la
cueva.
Siguiendo el cable y sin perdida posible llegamos al campamento donde
decidimos comer algo para reponer fuerzas. El vivac está situado en una
alargada galería de tierra compactada, tiene alguna silla y unos largos
plásticos con unas colchonetas. Después de haber comido algo y antes de empezar
a enfriarnos empezamos a recoger las cosas para continuar. Atravesamos el
campamento y cogemos una galería a la izquierda bastante más pequeña comparada
con las anteriores pero cómoda de recorrer. El suelo sigue siendo arcilla
colmatada, un corto pasamanos sobre un pozo que lleva a otros sectores nos deja
en una galería similar a la que traemos desde el vivac.
El camino vuelve a
ganar amplitud y nos vemos en la orilla de otro lago. Volvemos a sacar el bote
y la cuerda para recuperarlo y comenzamos la travesía. Como la vez anterior
vamos bastante rápido y pronto estamos de nuevo en movimiento. Las dimensiones
de la cueva, la grandiosidad de las galerías junto a la belleza de sus lagos y
pequeños rincones que vamos encontrando nos quitan el aliento. No dejamos de
recordarnos lo afortunados que somos por estar haciendo este recorrido de
auténtico lujo gracias a nuestros compañeros que conocen bien esta inmensa y
laberíntica cavidad.
Llegamos por fin al famoso sifon Vera, el cual
contemplamos desde lo alto recordando que hace poco tiempo estábamos mirando el
sifon al otro lado, desde el sector de Chorros con los mismos grandes
compañeros. Este es el final del recorrido que teníamos previsto, ahora
emprendemos el regreso porque todavía nos queda mucho camino y mucho que
disfrutar hasta la salida. No tardamos nada en volver a sacar el bote ya que
nos encontramos con el profundo lago de verdosas aguas T. Miro. La trepada de
salida por la otra orilla tiene su miga.
Se notan las horas de actividad que
llevamos mientras trepamos entre las rocas. Tenemos una magnifica vista aérea del
desembarco de los siguientes compañeros desde las repisas donde nos vamos
acomodando.
Pasamos un corto tramo algo estrecho y salimos a una magnifica
fractura de brillante color negro por la que avanzamos buscando las abundantes
repisas y apoyos que nos permiten disfrutar de este bonito paso. Andamos por
grandes galerías y no tardamos en volver a encontrarnos en la orilla del lago
Rubén. Repetimos el procedimiento con el bote por última vez y con la misma
rapidez estamos todos en la otra orilla del lago. A partir de aquí ya vamos
reconociendo el recorrido y ya no dudamos en los cruces que vamos dejando
atrás. El pozo speos nos vuelve a recordar las horas de esfuerzo que llevamos,
agradecemos que sean relativamente pocos metros los que tenemos que subir.
Bajamos el pasamanos de la fractura con cuidado y con la siguiente subida nos
pasa lo mismo, se hace larga y pesada a pesar de ser solo veinticinco metros
que nos separan de las gateras de la salida. Notamos el aire de la salida en la
cara, vamos dándonos el remojón correspondiente en las dos gateras inundadas y
solo nos queda comprobar la famosa y resbaladiza rampa ahora bien mojados y con
barro en los monos. Gracias a los peldaños oportunamente instalados en la
estrecha rampa, a la mayoría les cuesta relativamente poco superar el paso y
agarrar las cuerdas que te permiten llegar a la repisa. Pero otros compañeros
sudan la gota gorda, resbalan y no encuentran los apoyos para los pies.
Cuando
estamos arriba jadeando por el esfuerzo, miramos asombrados lo que no dudamos
en calificar como el paso más penoso y que más ha costado de superar en esta
inmensa cavidad.
Quiero agradecer a los compañeros del grupo “Gran Chaman” que
nos hayan guiado por esta gigantesca e impresionante red subterránea en la que
hemos disfrutado junto a ellos de espeleo de la buena y con mayúsculas.
PEDRO
HERRERO GARCIA.
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